miércoles, 3 de junio de 2015



Uno de cada 1.000 niños en el mundo nace con algún grado de sordera.
El 80% de los déficits de audición se pueden detectar en el nacimiento y puesto que el sentido del oído resulta vital para el posterior desarrollo del lenguaje, es imprescindible que los problemas auditivos se detecten durante el primer mes de vida para iniciar un tratamiento que ayude a estos niños en la conquista del lenguaje.



BEBÉS MÁS PROPENSOS



Evidentemente, algunos bebés son más propensos que otros a tener problemas de audición. Entre ellos:
  • Niños con antecedentes familiares cercanos de pérdida neurosensorial de la audición. 
  • Aquellos casos en los que se haya producido una infección durante el embarazo que pueda afectar al oído (citomegalovirus, rubéola, sífilis, herpes, toxoplasmosis). 
  • Los niños que nacen con anomalías craneofaciales que afecten al pabellón y/o al canal auditivo. 
  • Los prematuros con un peso inferior a 1,500 Kg. 
  • Bebés con exceso de bilirrubina que hayan precisado transfusión. 
  • Recién nacidos que hayan obtenido una puntuación en el test de Apgar de 0 a 4 al minuto de nacer y de 0 a 6 puntos a los 5 minutos. 
  • Neonatos que hayan precisado ventilación mecánica o ingreso en cuidados intensivos más de 5 días. 
  • Consumo de medicamentos ototóxicos en la gestación o al nacer. 
  • Niños afectados por meningitis vírica o bacterina. 
  • Nacidos con hipotiroidismo.
  • Bebés con algún síndrome o enfermedad que incluya pérdida auditiva. 

Todos estos niños precisan un estudio exhaustivo y vigilancia del desarrollo del lenguaje para detectar precozmente problemas de audición.

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